Jorge Aliaga, periodista del diario La Tercera, me ha
contactado para tratar la importancia que tiene anticiparse a la muerte y su
significado.
He creado este artículo en relación al tema, abajo les dejo
el link al artículo del periodista en el diario La Tercera, yo y mi sitio web
somos citados al final.
La muerte y ventajas de anticiparse.
Hablar de la muerte y de cuestiones relacionadas, muchas
veces implica una carga difícil de soslayar. Sin embargo existen algunas
previsiones que nos permiten enfrentarla de una mejor manera en todas sus
aristas. Lo primero es reconocer el aspecto social de la muerte. La muerte
además de ser un acontecimiento
apreciable desde una óptica biológica-médica en Chile como abolición de las
funciones encefálicas, es un acontecimiento social, una amenaza al individuo
frente a la que podemos tener una reacción social. De esta forma se explican
los diversos rituales con que todas las culturas responden al acontecimiento,
los velorios y aquellos relacionados con la inhumación con los espacios que les
asignamos. De forma que la muerte es un acontecimiento, en el que el colectivo
mediante rituales se impone, a la individualidad y la amenaza que le significa.
Lo implicado en el proceso trasciende al
ser querido que nos haya dejado. Es necesario tener un lugar donde reflexionar,
reencontrarnos con el recuerdo del ser que hemos perdido, donde acudir mientras
elaboramos el acontecimiento, un lugar de recogimiento donde limitar la
trascendencia de la muerte en lo social. Esta es, además de las sanitarias,
probablemente una de las principales motivaciones implicadas en la existencia
de lugares donde depositar los cuerpos de quienes hemos perdido, donde acudir a
recordarlos. El fenómeno de la muerte, es uno acallado y tecnificado hoy en día,
es un acontecimiento que ha quedado recluido en los hospitales, lejos de las
responsabilidades individuales y sociales que nos implica. Este alejamiento y falta de previsión puede
traer aparejadas consecuencias psicológicas valorables. Si nos anticipamos a
los acontecimientos nuestro arsenal psíquico para enfrentarlos es
cualitativamente más valorable. Es así como una persona que piensa en su
muerte, y se anticipa al fenómeno, es probable que esté mucho más preparada
psíquicamente para enfrentar el acontecimiento. Socialmente facilita la
elaboración social de la misma mediante el duelo en un espacio asignado a dicho
fin.
Orientación y apoyo frente al duelo.
Según nuestra historia, todos enfrentamos las pérdidas de
manera distinta.
El proceso de elaboración de la misma se denomina duelo,
un proceso que de ser realizado de forma satisfactoria, nos permite conservar
un recuerdo agradable y constructivo de nuestro ser querido perdido.
En este proceso es sumamente positivo contar con
orientación y asesoría profesional para evaluar el nivel de las consecuencias y
las herramientas con que cuenta quien debe enfrentarlo. Es natural experimentar
alguna desorientación o disociación frente a la muerte de quienes más amamos.
Frente a este fenómeno es sumamente valorable contar con orientación
psicológica y legal. Alguna ayuda para transitar el doloroso transito del
duelo.
Cementerios, su arquitectura y la incineración.
Los cementerios, su arquitectura y características, está
relacionada a la cultura y el tiempo al que pertenecen. Las ciudades
cementerios son de reciente data, hasta el siglo XVIII las inhumaciones se
realizaban en los patios de las iglesias.
Posterior a eso, las personas empezaron a pensar menos en su propia muerte
para desplazar dicha tención a la muerte del otro, la muerte es entonces una
muerte ajena, que inspira el culto a los cementerios, lugares asignados en
función de la sanidad para depositar los cuerpos de nuestros seres queridos. Es
posible suponer que el ser humano civilizado de hoy en día, rodeado de cemento,
aquel que migro de los campos a las ciudades con sus edificaciones majestuosas
en proporción y dimensiones, experimenta el deseo de retornar a la naturaleza
con su belleza, su ruralidad y su vitalidad. Los cementerios parques, en auge hoy
en Chile, nos permiten un ambiente natural próximo a la ruralidad para
alejarnos del cotidiano y civilizado ajetreo que nos aleja de nosotros mismos
con nuestras vivencias, entre las que se encuentra la muerte, una de la que no
podemos desprendernos sino solamente elaborar. Es decir procesar para crear
algo distinto, una mejor sociedad es una que integra la muerte como dimensión
natural e inseparable de la vida. Acontecimiento para el que tenemos que
prepararnos.
Los ritos en relación a la muerte son una manera de
actualizar valores y creencias de las culturas. SI entendemos al cadáver como
la reificación de la muerte, los actos rituales consideran un tratamiento del
mismo en relación al proceso de descomposición. Históricamente y culturalmente
han existido distintas maneras de responder al proceso y algunas coexisten hoy
con distinta frecuencia. De la práctica de la incineración es posible deducir
algunas motivaciones. El fuego como purificador y destructor, coparticipe de
muchos rituales religiosos y sustento de la vida de la humanidad (revolución
del fuego), reactualiza esta hegemonía del ser humano, gracias al fuego, por
sobre la naturaleza. El fuego nos permite enfrentar el frio, la oscuridad de la
noche, y ahuyentar a depredadores. Mediante la cremación nos permite evadir el
proceso de putrefacción, y reducir el cadáver rápida y casi mágicamente, en
minutos. Probablemente algunos tipos de personalidades, hoy en día, prefieren
esta manera de enfrentar el displacer de algunas vivencias. Es decir prefieren
evadir mágicamente el enfrentamiento de los procesos naturales que nos parecen
amenazantes. Evadir la putrefacción, es de alguna manera evadir la muerte y
reducir su reificación, su materialización en el cadáver. Permite hacer esto de
manera rápida, práctica y casi mágicamente, no olvidemos la relación entre el
fuego y la voluntad sagrada del hombre que se impone a la naturaleza.
Por otra parte este proceso permite, también, sobrepasar
la muerte como pérdida del espacio físico o material estable. Recordemos que
fue práctica de los pueblos nómades que no estaban sujetos a un espacio
determinado. Lo anterior, se materializa de alguna manera, en la existencia de
recipientes, urnas que permiten pensar en la seguridad del cuerpo ya sin forma,
no sujeto al mismo espacio, un cuerpo que es posible conservar y cuidar de
extraños, de permanecer en la seguridad material de las familias.
Los lugares donde estos recipientes son dispuestos
colectivamente implican, de alguna manera otra forma de la ciudad de los muertos.
Es decir la civilización y la ciudad no se acaba con la muerte individual, pues
lo colectivo no se ve amenazado. La ciudad permanece y su carácter de
colectividad implicado pervive. La ciudad permanece aunque esta vez constituida
no por los edificios, sino con otra condición arquitectónica, en capillas o en
lugares abiertos.
Jorge Salazar
Psicólogo Clínico y Terapeuta Familiar.
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