Evelyn González periodista de La Tercera, me ha
entrevistado por tema relacionado con los accidentes
automovilísticos y el estrés postraumático. En función de dicha entrevista he
creado este breve escrito que quisiera compartirles.
Un accidente automovilístico al igual que otras
vivencias traumáticas implica una movilización violenta y sorpresiva de
energías que impactan fuertemente a la
persona afectada. Independientemente de la edad, género u otras
categorizaciones, la violencia del impacto con la amenaza que implica, de
inmediato producirá reacciones nerviosas y hormonales tendientes a activar el
sistema nervioso simpático involucrado en las conductas animales de lucha o
huida frente a estímulos amenazantes.
Si bien todas las personas respondemos de diversa
manera a los mismos estímulos, el componente fisiológico de la respuesta tiende
a ser similar. Existe aceleración de los latidos cardiacos, sudoración,
dilatación pupilar y aumento de la frecuencia respiratoria, estos son mecanismos
con los que el cuerpo busca asegurar energía y oxigeno a los tejidos que
podrían afectarse. Mediante la contracción de los vasos sanguíneos periféricos
busca asegurar el riego de sangre en los órganos más centrales y vitales, al
mismo tiempo de disminuir la probabilidad de pérdida excesiva de sangre por
cortes superficiales o que afecten a las extremidades del organismo.
No es de extrañar que a manera de defensa, la
mente busque la huida a través de la disociación. El afectado se comportará de
manera extraña, discordante con la vivencia recientemente experimentada, tal
puede ser la situación de una persona que acaba de sufrir un accidente
automovilístico. Actuará como si no hubiese ocurrido nada y probablemente de
manera robótica parecerá negar el afecto implicado en la vivencia. Otra manera
de huida es la perdida de conocimiento. El desmayo frente a la amenaza que
implica el accidente. De esta forma, nuestra mente asegura un retiro del dolor
físico y del impacto psíquico en general.
En sí mismo un accidente automovilístico es un
corte en el rumbo hacia un destino,
hacia un lugar donde se depositaban esperanza de llegar. La violencia del corte
y el enfrentamiento de una situación tan amenazante y repentina, una vez transcurrido algún tiempo, pueden
generar la aparición de sintomatología muy similar a la depresiva. Así, la
tristeza, la inhibición, el desapego afectivo y la falta de deseo, pueden hacer
presa de quien hace algún tiempo se ha accidentado. Se trata de enfrentar una
perdida profunda, de haber vivenciado directamente la posibilidad de la muerte,
que de manera inminente, rememora la fragilidad de nuestra naturaleza.
El impacto del corte en el trascurso de la vida
que implica un accidente automovilístico, puede ser de tal magnitud, que la vivencia
o algunos de sus aspectos, pueden volver súbitamente e interrumpir
posteriormente el curso de la vida cotidiana de diversas formas. No es extraño
que quien sufra un accidente automovilístico posteriormente experimente sueños
terroríficos que le resitúan en la situación. Estos pueden poseer tal frescura,
que el terror parece ser el mismo incluso los aspectos fisiológicos de la
respuesta corporal son similares a los de la situación del accidente. De esta
forma la vivencia traumática mantiene cautivo y sometido al afectado.
La persona que ha vivido un accidente
automovilístico puede revivir en estado de alerta la vivencia, con la
sintomatología de activación antes descrita. Estos son recuerdos abruptos e
intrusos que escapan al control de quien los sufre resultan tortuosos y
aumentan la sensación de tristeza y perdida de control. En el caso de los niños, la respuesta
posterior a un accidente automovilístico puede acompañarse de sintomatología
agitada o impulsiva. Puede existir respuestas de retroceso en dominios
alcanzados en estados anteriores, tales son la enuresis (orinarse) o encopresis
(defecación) ocurridas con posterioridad a cuando ya estas funciones se
encontraban bajo control gracias al desarrollo evolutivo. Otros signos que
podría presentarse en estos casos y a los que es conveniente estar atentos, son
problemas en la concentración y disminución del rendimiento escolar, junto al
empeoramiento de las relaciones sociales con los niños de su edad y con sus
profesores.
Es posible que luego de un accidente
automovilístico se desarrollen respuestas de evitación o fóbicas hacia objetos
o situaciones que la mente del afectado, relacione al accidente. Estas
respuestas se caracterizan por un elevado monto de ansiedad, terror irracional
y rechazo del estímulo fobígeno (que desencadena la respuesta fóbica) y pueden
llegar a deteriorar significativamente la vida de quien las sufre, al impedirle
la realización de sus actividades cotidianas.
Una manera de estar mejor preparado
psicológicamente para enfrentar un accidente de transito, es reconocer que esta
es una posibilidad, que puede ocurrir. Realizar el ejercicio de prevenir y
ponerse en el lugar de que ocurriese. Pensar como cree que respondería. El
hecho de pensar anticipadamente en la posibilidad de la situación, permite
crear diques, muros mentales contra la ansiedad si ocurre el acontecimiento. Al
disminuir el nivel de sorpresa, disminuye también el potencial traumático de la
situación.
El trastorno por estrés postraumático que puede
sobrevenir luego de un accidente automovilístico, puede durar algunos meses, o
permanecer de manera crónica. Puede empezar a manifestarse de inmediato, tras
el accidente o aparecer meses después del mismo. De ahí la importancia del
abordaje psicológico para clarificar estos aspectos y ejecutar la terapia
adecuada. La prolongación del tratamiento dependerá, entre otros factores, de
un acertado diagnóstico psicológico y de las particularidades del afectado. En
un accidente automovilístico muchas veces se remueve mucho más de lo aparente a
simple vista. Lo aconsejable es evaluar y tratar las consecuencias.
Jorge Salazar
Psicólogo Clínico y Terapeuta Familiar.
Les invito a leer el artículo del diario La Tercera. Se llama "El impacto Psicológico de un accidente".
Saludos.
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