Los seres humanos vivimos
enfrentando múltiples exigencias, deseos y amenazas. Estas son particularmente
intensas en los niños, quienes viven estas exigencias como fuerzas que les
llevan de manera impetuosa a la búsqueda de placer inmediato y cuya insatisfacción, puede ser experimentada como imágenes amenazantes y perturbadoras. De la
necesidad de dar sentido a estas fuerzas en un mundo que progresivamente les
impide acceder de manera inmediata a la satisfacción de sus impulsos se genera
la conciencia, el Yo. Gracias a la conciencia y al Yo, el niño podrá aplazar el
acceso inmediato al placer, podrá posponer su encuentro mediante el rodeo del
lenguaje, del símbolo, del significado, a través del mundo del pensamiento. Podrá
dar un sentido a sus vivencias con el fin de manejarse a sí mismo, a los deseos
de su mundo interno, lo que irá de la mano con el dominio del mundo externo
mediante el aumento de su destreza motora y el afinamiento de sus sentidos.
En el manejo de las fuerzas
internas, desatadas primeramente por sus necesidades y posteriormente por las
frustraciones que les exige el medio ambiente, son fundamentales las
herramientas de sentido que reciben de los adultos a través del leguaje. A
través de los relatos emanados de los adultos, el niño dará forma a las
energías de su mente, las identificara, las ordenará, categorizará y les dará
un sentido, dándose un sentido a si mismo en medio del mundo en el que
participa.
Los cuentos de hadas cumplen, a
este nivel, un papel importante en tanto permiten al niño la posibilidad de
construir significados, de comprender el mundo de su desarrollo con las
posibilidades que ofrece. En los cuentos de hadas los niños encontrarán
imágenes con las que identificar a sus propios deseos, frustraciones y disyuntivas,
permitiéndoles de esta forma, acceder a sus impulsos más profundos, a través de
la fantasía e imaginación, dominarse a sí mismo para acceder al mundo de la
realidad, la que será mejor comprendida y dominada.
De forma que los cuentos de hadas
facilitan el desarrollo de las capacidades cognitivas y afectivas. Estregan
herramientas para las interacciones sociales, a través de la interacción social
que implica el relatar, el escuchar y fantasear. Les ayudan a ordenar,
significar y entender sus vivencias, estructuran su mundo.
No en vano los cuentos de hadas
acompañan desde hace siglos a la humanidad transmitiendo sus secretos a través
de la oralidad y medios escritos, entregando la llave de acceso a sentidos
profundos, y participando de la estructuración, en la infancia, de unos
primeros he importantes soportes para la mente humana, unos cimientos en la compleja
construcción de la personalidad. Personalidad que, luego de los primeros años se
mantendrá relativamente estable en nuestra interacción con el mundo externo e
interno, a través del paso de los años.
Hoy, que la palabra parece estar
desplazada a un segundo lugar. Donde impera la imagen, la televisión y los
juegos tecnológicos muchas veces violentos. Medios muchas veces carentes de
contenido, que bien pueden alejar a los niños del ejercicio y desarrollo de su
imaginación he inteligencia, resulta apropiado rescatar la importancia que los
cuentos de hadas. Estos antiguos compañeros y formadores de la sociedad humana,
fuentes de conocimiento, y facilitadores del desarrollo.
La invitación es a leer cuentos
de hadas a los niños, a pensarlos y compartirlos. A rescatar y revalorizar el
contenido que transmiten. Un contenido que a través del sentido puede facilitar
la búsqueda de sentido que requiere el niño en su proceso de desarrollo. En
otras palabras, facilitar la adquisición y mantención de la salud mental de los
niños y los adultos que traen en ciernes.
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