El lenguaje nos hace humanos,
construye nuestra sociedad y nuestros cuerpos. El lenguaje esta a la base de
ser. Una de las formas más complejas que adquiere el lenguaje es la palabra, el
decir.
Uno de los más grandes problemas
en salud mental es la ausencia de la palabra, esta no es solamente el silencio,
pues el silencio puede ser útil en tanto permite comunicar. Sin embargo, no
permite la cantidad de especificidades y la riqueza que permiten las palabras
como forma de expresión de emociones y sentimientos. El silencio en complicidad
con la emocionalidad o los impulsos, relacionado con el deseo, con la
necesidad, nos lleva a actuar lo que, a veces, deberíamos decir. Lo anterior es
en medio de una sociedad que fortalecemos continuamente, en esto todos estamos
involucrados, todos participamos. Creamos y pertenecemos a una sociedad
práctica, donde el pensamiento, el decir y la poesía, son extraños.
Nuestras prácticas (tanto de los
profesionales de la salud, como en general) muchas veces impulsan más al
silencio que a la palabra. Las cosas que no se pueden decir son las que nos
hacen actuar como enfermos, lo que cambiará cuando digamos, cuando hablemos,
cuando preguntemos, etc. No olvidemos que el pensamiento es una conversación,
un decir silencioso con nosotros mismos, pero en definitiva un decir.
Por otra parte, los medios de
comunicación lejos de favorecer el decir, parecen resguardar el silencio y el
aporte que entregan, me refiero principalmente a la televisión, es continua y
perpetuamente más de lo mismo, es decir el silencio de la diferencia. Un empuje
a “pasar al acto” un impulso para que esa diferencia actúe (violentamente o no)
pues, la palabra está negada.
No es de extrañar
que muchos profesionales que trabajan con personas, lejos de conceder el
espacio necesario para aquello que nos hace personas, es decir para las
palabras, para el decir, no solamente no dicen sino que además, no escuchan.
¿Es posible que un profesional de la salud atienda a una persona en 5 minutos?.
Las personas no son artefactos. Somos todos infinitamente distintos y si no
damos espacio a la palabra y al decir (aunque sea del silencio) difícilmente es
posible favorecer la salud mental. Es preciso
escuchar, pues la escucha del profesional es un decir que abre la puerta al decir
de la persona, que humaniza, que libera, que cura.
Solamente después de escuchar al
otro, gracias a sus palabras y de escucharnos a nosotros mismos, mediante
nuestras palabras (pensamiento), es posible un dialogo. Una coparticipación en el proceso de la búsqueda
de salud, en la construcción de humanidad.
La invitación es a utilizar la
palabra y la escucha. A decir, pensar, preguntar. A ser más reflexivos y menos impulsivos,
antes de actuar, pensar, hablar, dialogar.
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