Resulta cómodo pensar que en el encuentro que tenemos con
nuestros pacientes, se genera un fenómeno simple, en que un sujeto de estudio
es confrontado con un sujeto que es capaz de estudiarlo con métodos fríos,
exactos, que aseguran la distancia de ambos involucrados, profesional y paciente.
Sin embargo esto no es así, se generan fenómenos en la
interacción, algunos son la identificación y la transferencia. La transferencia
es un fenómeno complejo descubierto por Sigmund Freud y expuesto con destreza
por Saussure y Chertok en el libro “Nacimiento del psicoanalista”, en el que
siguen las vicisitudes de la Relación Terapéutica de Mesmer a Freud. En este
texto, señalan el papel destacado que ocupa la transferencia como núcleo de las
aportaciones que realiza la teoría freudiana y en el que, en gran medida, se
apoya el proceso terapéutico. Un fenómeno que hoy en día, sino todas, la
mayoría de las corrientes psicológicas aceptan y consideran entre los componentes
involucrados en el camino de la cura.
Cuando interactuamos es imposible deshacernos de nuestras ilusiones,
fantasías, vivencias, deseos e historia (con las frustraciones y satisfacciones
involucradas). Ningún paciente es solamente eso y viceversa para el paciente
quien está frente a él, no es solamente un profesional, en función de eso, el
paciente algunas veces se comportará como un hijo, otras como un hermano, etc...
El profesional de la salud ejecuta la misma conducta y muchas veces podrá visualizar
en sus pacientes a sus hermanos, o, en otros momentos, a sí mismo.
De forma que cuando hacemos algo por otro, en alguna manera
lo hacemos por nosotros mismos y viceversa. Pues en nuestra constitución,
construcción y reconstrucción continua, el otro cuenta en múltiples papeles. Y
esto es parte fundamental de nuestra humanidad. Nos ponemos en el lugar del
otro. Pudiendo esto implicar consecuencias tanto positivas como negativas.
Quisiera referirme a un caso en el que, esta puesta en
escenario de la humanidad, destaca por lo positivo de sus consecuencias. Se
trata del caso de un joven, que posiblemente como muchos de nosotros, pasó por
momentos difíciles y cuya solución, como posiblemente nos ha pasado, no estaba
a su alcance y por tanto no dependía de su voluntad. Un joven que, como muchos
de nosotros, fue maltratado por quien pudo prestarle ayuda (incluso,
probablemente en el mismo lugar donde hemos sido maltratados nosotros mismos) y
discriminado por su reducido poder económico. Un joven con el que podríamos compartir
gustos, deseos, ilusiones, etc...
De alguna forma, en este sentido, he podido reconstruir parte de esas vivencias al presentar mi colaboración con este joven que puede ser representante de muchos jóvenes. Me pareció una buena manera de participar, pues en definitiva, como ya he planteado, eso es parte de lo que nos hace seres sociales, seres humanos, ponernos en el lugar del otro. Les invito a leer el buen resultado de esta historia que es nuestra historia: Reporte: Queloide severo.
Jorge Salazar.
Psicólogo Clínico y Terapeuta Familiar
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Preguntas, apreciaciones, aclaraciones, alcances, etc.