Esta segunda teoría distingue dos tipos de angustia: la angustia realista, que es una reacción normal ante un peligro real y que prepara la defensa del individuo, y la angustia neurótica, que responde a una amenaza interna, ligada a conflictos inconscientes. Freud resalta que la angustia verdadera no es un miedo hacia un objeto externo, sino un malestar interno, un estado intenso de excitación que no puede ser controlado ni descargado fácilmente, lo que la hace particularmente angustiante.
La función de la angustia, desde esta perspectiva, es adaptativa: actúa como señal que alerta al yo sobre un desafío, permitiendo preparar medidas defensivas o de afrontamiento. Esta idea humaniza el concepto al comprender la angustia no solo como sufrimiento, sino como un mecanismo psíquico con sentido y función vital para la supervivencia y el equilibrio mental.
Freud además señala que la angustia deriva no solo de causas exteriores sino también de procesos internos relacionados con conflictos originarios y traumas psíquicos, complejizando su estudio y apertura hacia la terapéutica psicoanalítica.
En suma, Freud nos propone entender la angustia como una experiencia compleja, que revela tanto los conflictos internos del inconsciente como la relación del yo con el mundo exterior, siendo una señal crucial para la vida psíquica y su adaptación (Freud, 1933/1981).
Jorge Salazar.
Psicólogo.
www.suterapia.cl
Referencia:
Freud, S. (1981). Inhibición, síntoma y angustia (32ª conferencia, 1933). En Obras completas de Sigmund Freud (Vol. 20). Amorrortu.
(Contenido basado en análisis de la conferencia y estudios sobre la teoría freudiana de la angustia).
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