Pocas veces reflexionamos acerca de cómo nos acercamos a enfrentar
nuestras experiencias cotidianas. Estas experiencias tienen que ver con el
conocimiento de objetos, interacciones, personas, grupos sociales, ideas, valores,
etc. La verdad es que cuando nos enfrentamos a experiencias cotidianas nunca lo
hacemos descubiertos, jamás somos una tabla rasa. Traemos con nosotros nuestra
historia, nuestras experiencias anteriores, nuestras expectativas. De tal forma
que cuando tenemos contacto con lo novedoso lo primero que ponemos en aquello
es lo antiguo, configuramos de esta forma un prejuicio basado en nuestras
percepciones anteriores. Este prejuicio nos puede ayudar a plantear hipótesis,
a experimentar sentimientos o simplemente a responder de una determinada manera
frente a “lo novedoso”.
Hace tiempo, quienes estamos formados en las disciplinas psicológicas sabemos
que los seres humanos no percibimos, sino que apercibimos. Es decir, todo
aquello con lo que tenemos contacto está teñido de nosotros mismos, he implica
la puesta de nuestra individualidad en lo percibido que ya no será puro, sino
que será apercibido.
¿Pero, que visión deberíamos tener de los prejuicios?. Como es posible concluir
de lo anteriormente planteado, los prejuicios son inevitables en el contacto
con lo nuevo y distinto, pero no sólo son inevitables, sino positivos en
tanto nos permiten echar mano de antiguas herramientas recibidas para la adquisición
del nuevo conocimiento. Los prejuicios pueden ser fundamento de hipótesis de
estudios, científicas o de cualquier índole. Hipótesis útiles para anteceder y ser base de
nuestros comportamientos.
¿Cuándo se convierte en nocivo un prejuicio?. Un prejuicio se convierte
en nocivo cuando no nos permite acceder a lo novedoso adquiriendo nuevas
herramientas ni nuevos conocimientos. Es decir, un prejuicio es nocivo cuando
nos impide conocer, en lugar de ser sustento de nuevo conocimiento.
Un prejuicio es nocivo cuando nos aferramos obsesivamente a él, negándonos
nuevas experiencias para corroborar su solidez y las variaciones que la
realidad le ofrece, cuando en lugar de abrirnos una puerta a lo novedoso nos la
cierra. En otras palabras, en el prejuicio nocivo hay
mucho en común a todos los comportamientos cercanos a lo patológico,
esto es la rigidez. En este caso, como en muchas otras conductas humanas, lo rígido
es patológico, en tanto la flexibilidad se asocia a la posibilidad de variar
conductas y de adquirir nuevas herramientas para enfrentar la realidad.
Una de las mayores actividades que es posible realizar en el trabajo terapéutico,
es justamente facilitar la flexibilidad necesaria para todo tipo de conducta.
La flexibilidad implica romper, muchas veces, las rejas y muros de la
enfermedad mental.
La invitación es a flexibilizar, abrir las puertas a nuevos
conocimientos y conductas, a no impedirnos rígidamente el conocimiento de lo
novedoso y el conocimiento del otro en función de prejuicios demasiados rígidos, prejuicios patológicos. Puedes permitirte conocer a nuevas personas, nuevas
posturas, nuevas ideas, nuevas experiencias. Y puedes permitirte RE-conocer lo
que crees que ya conoces. Todo día puede ser una agradable novedad y no una rígida
amenaza.
Jorge Salazar.
Psicólogo Clínico y Terapeuta Familiar
Jorge, me gusto tu comentario la explicaccion esta muy buena, ademas esta muy educativa sobre del tema.
ResponderEliminarademas todos los seres humanos debemos aprender a ser un poco mas tolerante pero sabe lo mas importante es el r espeto y ademas la forma que participa sobre del mundo. felicitacciones, espero seguir por tus comentarios.
Gracias Belen, por tu aporte, es cierto que deberíamos ser un poco más tolerantes algunas veces. Un Saludo.
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