El déficit docente es otro síntoma crítico: solo el 4,6% de los nuevos universitarios en 2025 optó por pedagogía, lo que agrava la falta de profesores, especialmente en zonas rurales y áreas STEM (Ministerio de Educación, 2025). La calidad educativa se resiente y las brechas se profundizan, cuando disminuye la vocación y el interés en pertenecer al sistema de escolarización, de educar en él. A esto se suma la insuficiente ejecución de recursos destinados a la reactivación educativa: en 2024, solo se gastó el 21,4% de los fondos del Plan Nacional de Tutorías y el 16,4% en Bienestar Docente, lo que limita el alcance de las políticas de apoyo y acompañamiento (Ministerio de Educación, 2024).
El ambiente escolar también se ha deteriorado: las denuncias por problemas de convivencia alcanzaron su máximo histórico en 2024, con un aumento del 11,4% respecto al año anterior (Superintendencia de Educación, 2024). Este clima adverso afecta el bienestar emocional y el aprendizaje, generando un círculo vicioso de exclusión y fracaso escolar. Así se manifiesta la agonia de nuestro sistema de escolarización, que se manifiesta progresivamente como innecesario y, lamentablemente, en algunos casos, como nocivo.
Diferencia entre Educar y escolarizar.
Frente a este escenario, es fundamental distinguir entre educar y escolarizar. Educar es un proceso integral que abarca el desarrollo de valores, habilidades y actitudes, mientras que escolarizar se limita a la instrucción formal en la escuela (Pérez, 2020). La educación puede y debe darse en cualquier entorno y a lo largo de toda la vida; la escolarización, en cambio, está restringida a un espacio y tiempo definidos. Educar implica formar personas autónomas, críticas y éticas, un objetivo que trasciende la mera transmisión de contenidos (García & López, 2019).
Para revertir la crisis, debemos rescatar la esencia de educar y a la vez desechar el agónico sistema escolar formal, con sus vicios, peligros y beneficiarios, que no son, necesariamente los niños y jóvenes escolarizados. Esto implica:
Conocer y valorar la diversidad de los educando, es decir, aquellos que reciben educación, adaptando las estrategias a sus necesidades (Pérez, 2020).
Crear ambientes seguros y motivadores que favorezcan la participación y el sentido de pertenencia (García & López, 2019).
Fortalecer la formación y el compromiso de quienes participan en el proceso enseñanza-aprendizaje, desde el lugar del educador, es decir, el participante que posee ventaja para facilitar el buen curso del proceso de educar, promoviendo el liderazgo educativo. (Ministerio de Educación, 2024).
Comunicar objetivos claros y ofrecer experiencias de aprendizaje significativas (Pérez, 2020).
Fomentar el pensamiento crítico, la creatividad y la autonomía (García & López, 2019).
Evaluar el progreso de manera formativa y brindar retroalimentación efectiva (Pérez, 2020).
Involucrar activamente como principales actores a las familias que en el centro de la comunidad son el fundamento del proceso educativo.
La crisis de la escolarización nos desafía a abandonar antiguos y obsoletos esquemas para posteriormente repensar el sentido y los fines de la educación. Solo recuperando el valor de educar en su sentido más amplio podremos construir un sistema capaz de responder a las necesidades y sueños de todos nuestros educando, independientemente del grupo etareo al que pertenezcan.
Como la crisis sanitaria coexistente a la pandemia del COVID-19 obligó el desarrollo de métodos más modernos y eficientes para prestar servicios de salud más accesible y eficientes, como la telemedicina, digitalización de documentos e indicaciones, etc. De la misma manera, los indicadores del fracaso de la escolarización, deben indicarnos que es hora de desechar el antiguo método y la actual escolarización para reforzar los factores que inciden en lo verdaderamente importante, la educación.
Jorge Salazar
Psicólogo
https://www.suterapia.cl
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