Frederick
& Jamison (1950), plantean que los médicos de la antigua Grecia concebían a
los trastornos mentales
en términos que suenan muy modernos, pues creían que
la melancolía era una manifestación psicológica de una perturbación biológica subyacente, en
concreto, una perturbación de la
función cerebral. Esta visión, es incoherente con la manera de entender
el sistema nervioso que otros autores atribuyen a dicha cultura. Es destacable
al respecto mencionar que para Aristóteles quien viviera en la Grecia clásica,
es decir, más cercano a nuestro tiempo que los médicos de la Grecia antigua, el
cerebro estaba reducido a ser entendido como un órgano provisto de líquido, un
gran radiador a través del cual perderíamos calor. De forma que para
Aristóteles las características psicológicas fundamentales estaban relacionadas
con el corazón, órgano que según sus experiencias con disecciones, es el
primero en desarrollarse en el ser humano y no con el cerebro, como Frederick
& Jamison plantean que ya era conocido en la antigüedad, antes de
Aristóteles.
¿Qué
es posible concluir de la aseveración de Frederick & Jamison?. Me parece
que lo que refieren los citados autores, es que desde la antigua Grecia las
nociones y conceptos relacionados a la salud mental y al ser humano, siguen
siendo los mismos. Por tanto, las “realidades” a las que refieren son
inmutables, verdaderas esencias que se manifiestan gracias a sus expresiones,
los síntomas.
La
realidad de la evolución del conocimiento humano y de las nociones y conceptos
relacionados a la salud mental, lejos de concordar con esta visión actual de
Frederick & Jamison, demuestran todo lo contrario. Demuestran más bien la
hipótesis tras el presente escrito, esta es: que las enfermedades o trastornos
mentales no son esencias inmutables que estarían tras una fenomenología
determinada. Los atributos de dicha fenomenología y por tanto, el carácter de
las supuestas esencias, han sido inventados y modificados durante el tiempo.
Son por tanto una construcción social, dependientes de su historia y de un
contexto que les da sentido y legitimidad.
La
hipótesis contraria me parece no solamente errónea, sino francamente
iatrogénica, en tanto supongo podría facilitar el empeoramiento del estado del
paciente producto de la influencia del médico y del poder que les ha atribuido
la sociedad. ¿Quién dudaría de la palabra del médico?. ¿Quién dudaría de la
palabra de tan connotados y prestigiosos autores?.
A
partir del discurso de los autores citados, la enfermedad que el paciente puede
atribuirse a causa del discurso médico o de su propia convicción, sería una
arcaica e inmutable, una esencia para el paciente. En ese entendido, ¿Qué
posibilidades de cura le queda?. Y si está afincada en el sistema nervioso, en
el cerebro, ¿que es posible que el paciente haga para su mejoría, sino
introducir al mismo sustancias que cambien su composición?.
El
asunto de fondo y que considero positivo destacar, es que los cerebros no se
forman de la nada, son formados en relación a las vivencias que las personas
experimentan. Por ejemplo, si algo amenaza a una persona se secretaran
sustancias químicas en el interior del cerebro, que modificaran su estructura y
sus características, más aún si el estímulo es mantenido en el tiempo. Reitero,
todas las experiencias van construyendo los cerebros. También participan en esa
construcción factores como la alimentación y el intercambio gaseoso.
En
el curso de la construcción y modificación de las ideas de la Salud mental, la
idea de melancolía que inventarán los médicos griegos, es similar, pero no
idéntica, a la recientemente inventada “depresión mayor”.
El
Médico Griego Hipócrates y su escuela (siglo IV a V a. de C) se refieren a los melancólicos
como unos enfermos con "aversión
a los alimentos, abatimiento, insomnio, irritabilidad e
inquietud"(Jackson, 1986, p.30). Lo anterior describe a la melancolía como
un trastorno mucho más amplio que la actual depresión mayor, considerando que en
la nosología griega prácticamente todas las patologías psicológicas eran
calificadas como “manías” o “melancolías”.
La
explicación en relación a la etiología o causa de la melancolía que propone
Hipócrates, también difiere de las actuales propuestas de la psiquiatría. Al
respecto, Hipócrates explica la causa de la melancolía, desde su teoría de los
humores, es decir, de los líquidos del organismo. En la teoría de los humores, se
atribuye la salud al equilibrio entre ellos. De forma que el exceso o déficit
de alguno de los cuatro fluidos: bilis negra, bilis amarilla, flema y sangre,
estaría a la base de las enfermedades que puede experimentar el ser humano.
Quienes poseen exceso de Bilis negra son, según esta idea, los melancólicos.
Etimológicamente melancólico se deriva de Mela: μέλας "negro" y khole : χολή "bilis". Insisto en que es distinta la idea de
melancolía proveniente de la medicina griega y la que conocemos hoy en la
actual nosología (clasificación de las enfermedades), donde el término más similar
es “depresión mayor”, que no tiene ninguna o muy poca relación, con la
distribución de los líquidos del organismo. En otras palabras, los conceptos,
tanto en su forma como en su contenido, han cambiado a través de la historia,
refieren de distinta forma, a cosas diferentes.
Más
Adelante en la evolución de la construcción de los trastornos mentales,
aproximadamente en el 150 aC Arataeo plantea de los melancólicos: “Tienden
hacia la depresión y la ansiedad... no obstante, si perdura esta situación de
ansiedad, entonces en la mayoría de los casos se observa alegría e hilaridad,
lo cual suele finalizar en la manía” (Citado por Goodwin y Jamison, 1990,
p.58).
Solamente
en el 1900 Dc. la manía es transformada en un conjunto de signos y síntomas
específicos y la Melancolía se trasformó en un concepto asociado al afecto de
tristeza.
Por
otra parte, el término manía, hoy relacionado específicamente con la fase del
estado de ánimo en que los pacientes manifiestan una hipertrofia y exaltación
del Yo, no concuerda perfectamente con la noción de los griegos, para quienes
la manía era asociada a todas las denominadas locuras.
Actualmente,
la denominada fase depresiva, utiliza un sitial similar al de la fase maniaca
en cuanto a categoría, pero opuesto en cuanto a características, y la depresión
mayor se caracteriza por la existencia de fases depresivas.
Falret
describe la interacción de estas dos fases en una enfermedad única, la
denominada “locura circular”. Hoy, la idea sucesora, que representa cuando estas fases depresivas
están intercaladas en su aparición por fases maniacas, es denominada “trastorno
afectivo bipolar”. Como vemos los términos y su fondo han cambiado muchísimo.
Posteriormente
en la historia de la salud mental se utilizó de manera indistinta la noción de
depresión y la de melancolía. Más tarde, la palabra melancolía fue utilizada
para referirse a las depresiones más graves, al igual que la noción de “gran
depresión” y depresión endógena. Como ya he planteado, hoy no se utiliza la
palabra melancolía, en su lugar la etiqueta contemporánea es la de depresión
mayor.
Con
la aparición del primer Manual de Estadísticas y Salud Mental DSM I apaerecen
dentro de los denominados trastornos psicóticos
las llamadas “reacción psicótica involutiva” y las “reacciones afectivas”.
Dentro de las últimas se inscribían la reacción maníaco-depresiva, de tipo
maniaco, tipo depresivo y la reacción depresiva psicótica acompañadas de
la reacción depresiva psiconeurótica y
el trastorno psiclotímico de la personalidad. La lista de supuestas patologías,
se trasforma y reconstruye con el DSM II, DSM III, DSM IV, DSM IV R y el
reciente DSM V.
Según el objetivo del presente escrito, no es
pertinente indagar de manera meticulosa en cada una de estas etiquetas y los
fenómenos a los que aluden, sino más bien demostrar que han existido muchos
nombres y distintos fenómenos que los justificarían, durante la historia de los
hoy denominados trastornos del estado de ánimo. Vuelvo a la idea central de que
las etiquetas utilizadas en las distintas clasificaciones son creaciones, y
lejos de referirse a esencias inmutables, a realidades, implican una búsqueda
de explicación a través de la clasificación. Lo anterior, muy relacionado con
el contexto histórico-social en el que emergen y del que son producto.
De
la misma forma, han variado con el tiempo la manera en la que se enfrentan las
enfermedades mentales. Me resulta interesante el recorrido que realiza el
intelectual francés Michel Foucault al respecto en su texto: historia de la
locura en la época clásica. En él, el autor se refiere al modo de responder a
la locura en Europa, sin desconocer su ligazón con otras enfermedades y maneras
de enfrentarlas. Relaciona como se enfrentaba la lepra primeramente en la Edad
Media, con la manera en que serán enfrentadas posteriormente las enfermedades
venéreas y finalmente la locura. La tónica de tratamiento es, según el
recorrido histórico e interpretativo que propone el autor: La exclusión, el
confinamiento, el encierro, encapsulamiento, en los leprosorios, que posteriormente
serán los manicomios. De esta forma, el sometimiento a un trato inhumano, serán la manera de
enfrentar los problemas de la Salud Mental.
En
relación a como se trataba la melancolía en la antigüedad, Foucault plantea:
“En la época clásica es costumbre explicar la melancolía inglesa por la
influencia de un clima marino: el frío, la inestabilidad del tiempo, las
gotitas menudas que penetran en los canales y fibras del cuerpo humano, le
hacen perder firmeza, lo predisponen a la locura. De esta forma se refiere a la
melancolía como “una tristeza continua e inmotivada”.
Si
bien, un recorrido histórico en relación a los trastornos afectivos, la forma
de enfrentarlos y las causas a los que son atribuidos puede ser mucho más
meticulosa que este modesto escrito, vuelvo sobre la idea central que lo
articula: que las enfermedades o trastornos mentales no son esencias inmutables
que estarían tras una fenomenología determinada. Los atributos de dicha
fenomenología y por tanto, el carácter de las supuestas esencias, han sido
inventados y modificados durante el tiempo. Son por tanto una construcción
social, dependientes de su historia y de un contexto que les da sentido y
legitimidad.
Jorge Salazar.
Psicólogo Clínico y Terapeuta Familiar
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