sábado, 24 de julio de 2010

La Taxonomía psiquiátrica como escudo y pódium.


Ya me he referido en un artículo anterior, que si bien es muy superficial, de cualquier forma alude a la historia del pensamiento humano y principalmente de las ciencias. En ese documento hice referencia, entre otras cosas, al carácter analítico, es decir, de división que debiera tener el pensamiento para construir posteriormente conclusiones científicas.

En el presente artículo quisiera referirme al afán clasificatorio que es posible distinguir en una disciplina tan respetable y antigua como la psiquiatría. Para ello, en primer lugar, es positivo aclarar los términos mas necesarios para comprender el contenido del escrito.

La taxonomía es la disciplina que se encarga de entender las normas de toda clasificación, cuando esta clasificación es aplicada a las enfermedades se habla de una nosografía (la palabra nosos es una palabra que deriva del griego noxa que significa enfermedad). Es posible recurrir al DSM-IV para encontrarnos una nutrida clasificación y categorización de enfermedades mentales utilizada en gran parte del mundo para clasificar el objeto de trabajo de psiquiatras, psicólogos y otros profesionales de la salud mental, pero además de esto, ¿Qué puede significar este “clasificar”, “dividir”, “dar un orden” a lo que ni siquiera se conoce a cabalidad?, ¿Qué existe detrás de este afán clasificatorio?.

Es aquí donde me propongo hipotetizar que lo que existe tras este afán clasificatorio es la angustia de un sector social también dividido del resto de la sociedad que posee su propio lenguaje, y con este lenguaje ejerce también un determinado poder sobre el resto de la sociedad, posee por tanto una lengua distintiva, un idioma propio y prácticamente, una propia cultura. ¿Por qué digo que la angustia esta relacionada al afán clasificatorio? La angustia puede ser entendida, de manera muy somera, como una cantidad de energía que configura un estado afectivo doloroso frente a diferentes circunstancias amenazantes.

En principio, es necesario reconocer, entonces, que frente a una circunstancia de peligro, cuyo origen desconocemos, como las que configuran las enfermedades, se genera angustia toda vez que estas enfermedades son amenazas que podrían, inconscientemente, simbolizar un castigo al que el hombre seria merecedor (no es necesario ilustrar el carácter de castigo que tienen las enfermedades en la antigüedad de la cultura). Tras esta convicción es posible entonces distinguir un trasfondo mitológico relacionable a los primeros tiempos del nacimiento de la cultura y su manera de explicar las cosas, pues bien, la historia de la cultura se reedita en la historia de cada nuevo ser humano y es posible acceder a vestigios culturales observando nuevamente la recreación de la cultura en cada ser humano, es decir, en la infancia del ser humano es posible distinguir muchos fenómenos propios del inicio de la cultura (El Porvenir de Una Ilución Freud, S. 1929)

Me acercare en mi deseo de explicarme el afán clasificatorio a una obra de Melanie Klein, destacada pionera del psicoanálisis infantil, la obra es: “tendencias criminales en niños normales”, escrito en el año 1927. En él, Melanie Klein se refiere al análisis del juego infantil y reconoce en el mismo la tendencia de los niños angustiados a romper y separar los juguetes, objetos de sus juegos.

La explicación psicológica con que relaciona el texto a dicho fenómeno es la siguiente: El primer objeto al que el niño dirige todo su amor, es el pecho materno, toda vez que dicho pecho no satisface sus deseos el niño lo odia y en el plano de la fantasía dirige contra el todo su odio, fantaseando destruirlo. El temor a perder este objeto destruido y a ser destruido el mismo como castigo genera la angustia relacionada con el impulso destructivo al que yo asocio el posterior y elaborado deseo de clasificar, es decir, de dividir en clases y tipos a las enfermedades mentales.

Melanie Klein, en otro de sus textos se refiere a los niños y sus deseos inconscientes de desmembrar y dividir a quien les resulta ser sus oponentes y sin embargo, el afán de división y clasificación puede bien servir a la construcción de ciertos códigos, manejados por individuos especiales legitimado socialmente para su manejo, pero en lo personal, cuando pienso en el poder que estos individuos poseen recuerdo el pensamiento de Franco Basaglia en su texto “La institución psiquiátrica de la violencia”, en el que se refiere a la nosografía psiquiátrica para posteriormente desconocerla como insatisfactoria a las necesidades del enfermo y, mas bien, positiva a las necesidades de la organización psiquiátrica.

¿Quién se ve beneficiado con el centenar de enfermedades y clasificaciones existentes en el DSM-IV? Yo no he sabido de ningún paciente beneficiado, mas bien, me parece una construcción para legitimar un poder débil en su afán de describir y tratar lo que no conoce.


Jorge Salazar
Psicólogo Clínico y Terapeuta Familiar.





jueves, 22 de julio de 2010

Y, ¿Quién tiene la culpa?.


La pregunta con la que se titula este articulo hace referencia, entre otras cosas, a la capacidad de curiosidad humana y a la capacidad de plantearse una pregunta, pero además, mirada con profundidad es la pregunta infantil en la que se centra gran parte de la historia del pensamiento de la humanidad.

Ya en el 500 a.C, en Grecia, Demócrito plantea un principio que podría tener relación con un pensamiento lineal y analítico, especialmente en su aspecto analítico, un pensamiento que para entender algo, para llegar a un objeto cognoscible, se ve en la necesidad de dividirlo en todas sus partes, como planteará también, muy posteriormente (alrededor del 1600 d.C) René Descartes en “Discurso del método para dirigir bien la razón y hallar la verdad en las ciencias”.

Planteo que este pensamiento es lineal, pues está muy relacionado con la causalidad, con la idea de que cada cosa tiene su causa y cada causa produce su efecto mono causalmente. Me refiero a la monocausalidad, pues cuando el investigador como sujeto cognoscente (capaz de conocer) construye un objeto cognoscible (que puede llegar a ser conocido) siempre en este proceso genera a la vez una metodología para conocer dicho objeto, por tanto, la mono causalidad como carácter explicativo responde también a una inscripción dentro de la historia de la epistemología. Los conocimientos de la óptica, de los que fue un colaborador el mismo René Descartes con su texto: “Dioptrica” (de la óptica) en los que analiza las características y propiedades de los lentes, en relación de su potencial para aumentar nuestro sentido de la vista y permitirnos ver las mas pequeñas de las partes constitutivas de la materia, por lo tanto, llevar el afán analítico de división a su mas profundo logro en función del sentido de la vista.

Ver lo mas pequeño, lo que no se puede dividir, aquello que constituiría y explicaría en sí a la materia. Como olvidar, dentro de esta misma línea de pensamiento, al filosofo y matemático Gottfried Leibniz quien como representante de este pensamiento a nivel de la metafísica, plantea la existencia de unas monadas (pequeñas partes), que serian constitutivas elementales de ser y que estarían tras y dando ser a toda la realidad. En el campo de la biología, Robert Hooke, científico que en 1965 en su texto: “Micrographía”, escribe por primera vez la palabra célula (que significa celdilla) refiriéndose a lo visto en sus observaciones de microscopio. Estas células posteriormente y gracias a la construcción de la teoría celular pasarán a ser las consideradas constituyentes de todo lo vivo, es decir, las mínimas unidades.

Posteriormente gracias a los avances de la física y la química se logró sentar bases experimentales que dieran cuenta de la existencia de los átomos (volvemos al pensamiento de Demócrito, es decir, sentado alrededor de 600 años a.C, en grecia). El conocimiento de la misma física, química y biología (los dos pilares de la biología son la teoría de la evolución y la teoría celular) por parte de Watson y Crick les permitió “descubrir” la estructura del ADN, sustancia química que se encuentra en el núcleo de las células eucariontes y en el citoplasma de las celular procariontes y a cuyo código, estaría supeditada la elaboración de todas las proteínas (etimológicamente: lo primero) que componen los seres vivos.

Hoy conocemos el genoma gracias a este afán, y esto es bastante sabido. Diríjase usted a la calle y pregunte a cualquier persona: ¿que es el genoma, el ADN, y la genética? Y, de seguro, se aventuraran a dar alguna respuesta alusiva al tema. A este mismo nivel se encuentra el lenguaje de la mayoría de los investigadores contemporáneos, diríjase usted a plantearles cualquier pregunta compleja y, de alguna manera, sabrán llegar a los genes y decir, la mayoría de las veces: “esto es algo genético”.

Si usted trabaja en el campo de la salud mental diríjase al DSM-IV (manual de diagnóstico y estadísticas de salud mental) y, se encontrará con que la mayoría de los trastornos mentales tendrían base genética. Palabras como genético y genoma podrían bien servir de “comodines” para explicarlo todo, o mas bien lo que no conocemos, específicamente el ser humano y su capacidad de preguntarse.

Dejemos pues, que la mayoría de los investigadores actuales se refieran a sus genes y genoma celular. Por mi parte prefiero referirme al ser humano en su complejidad, integración y, principalmente en su dinámica y constante cambio. En lo personal, me inscribo e identifico con el pensamiento de Heráclito cuando plantea “Aguas siempre distintas corren sobre aquéllos que se bañan en los mismos ríos.” (Todo está en constante cambio) y “Los contrarios concuerdan, la discordancia crea la más bella armonía, [que todo se produce por la discordia].” (Existe constante oposición, choque y lucha de contrarios)

Entonces, de esto, ¿Quién tiene la culpa? De este ser humano que se pregunta y ha buscado respuestas en la división analítica, en la explicación reduccionista y mono causal (a lo mas poli causal), probablemente, nadie tiene la culpa y solo existimos en medio de un constante cambio y fuerzas que se contraponen constantemente, constituyendo la bella armonía que denominamos universo.

Jorge Salazar
Psicólogo Clínico y Terapeuta Familiar.


“Conócete a ti mismo”: Paradojas de los test psicológicos.

“Conócete a ti mismo” es una frase inscrita en el templo de Apolo en Grecia, lugar al que cada ciertos días recurrían los griegos para consultar al oráculo en relación al futuro y sobre las cuestiones de su vida. Ésta era una búsqueda religiosa de respuestas a problemáticas reales de distintas clases. En más de una ocasión, han llegado a mí comentarios, tanto de parte de pacientes como de familiares y amigos en torno a las características de los test psicológicos y su utilidad. Recuerdo particularmente el caso de un paciente de unos 40 años que agobiado atribuía a los que, él denominaba test psicológicos, el hecho de su búsqueda frustrada de trabajo. También recuerdo a la familiar de un paciente que se refería a los test psicológicos con algo de jocosidad diciendo que eran un chiste, que en la empresa donde ella trabajaba, ya todos los trabajadores sabían que decir a la psicóloga que los aplicaba y que, se comentaban los unos a otros, las mejores respuestas para dichos exámenes.

Un test psicológico es una herramienta diseñada para ser empleada con fines profesionales dentro de un proceso en el que participa, la mayor parte de las veces, un profesión de la psicología. No es en sí mismo infalible, ni mucho menos inerrante, a lo mas, posee valides y exactitud dentro del proceso del que forma parte y gracias a la destreza del profesional responsable de su aplicación. Lo anterior, permitirá resultados más menos óptimos al evaluar lo que dice evaluar, confiriéndole carácter valido a dicho test. Pero, ¿Qué motivación podría existir en un profesional serio para otorgarle un sentido oracular, es decir, religioso a dichos test? Reflexionando en torno a dicha cuestión me es imposible dejar de pensar que el objetivo del trabajo de un profesional de la psicología, orientado a trabajar con el ser humano, estará vinculado a la capacidad de conocimientos que puede tener de ese mismo ser humano. ¿Será posible creer que, a través de estas herramientas, se obtiene acceso al conocimiento de un ser humano con sus deseos, sueños, frustraciones y creencias?.

A mí, más bien me parece que los test psicológicos, usados de manera religiosa, pensándolos como absolutamente irremplazables necesarios y exactos, sirven más bien para ocultarse de la persona que dicen evaluar. En otras palabras, podrían servir de escudo a un psicólogo que no está interesado en el discurso y en la aventura de conocer a otro ser humano. Esta es una cuestión compleja toda vez que nuestro interés y deseo de conocer a otro ser humano, podría estar directamente relacionado con nuestro interés y deseo de conocernos a nosotros mismos, tarea para la que el tiempo de una vida se hace escaso. Yo prefiero pensar que un buen psicólogo se comportaría más bien como Isaac Luria que, sin ser psicólogo sino, neurólogo de profesión, “mantenía un enfoque con los pacientes estrictamente clínico, más cerca al estilo psicoanalítico que al de una actitud experimentalista hacia el comportamiento. No tenía un programa fijo para entrevistar y probar a un paciente, sino que empleaba la técnica de asociación libre, seleccionando las preguntas y los ensayos de prueba según lo que surgía en la sesión. Finalmente, su estilo de investigación era único con cada paciente, y no podía replicarse con otro paciente.” (Kaplan-Solms y Solms, 2005, p. 33). Resulta curioso que hoy día uno de los mejores test neuropsicológicos se denomine “Test de Luria”.

Les recomiendo a los que les interese conocer mas acerca de cómo trabajaba Luria el padre de la neurociencia moderna el libro “estudios clínicos en neuropsicoanálisis introducción a la neuropsicología profunda” de Karen Kaplan-Solms y Mark Solms.

Jorge Salazar
Psicólogo Clínico y Terapeuta Familiar.


domingo, 18 de julio de 2010

Pero, ¿Qué es lo que tengo?

Reflexión desde la clínica.


La Pregunta que lleva por título este artículo fue pronunciada por una de mis pacientes cuando asistía a su primera sesión de terapia. La pregunta es algo curiosa ya que puede ser sustraída del contexto e interpretada casi mágicamente en diferentes orientaciones. Por una parte, me parece significar, luego de una detenida reflexión, la necesidad de tener algo en una acepción de poseer. ¿Será posible que una persona frente a determinadas exigencias anímicas decida (inconscientemente) que necesita tener algo?. ¿Sera tal la sensación de pérdida que una persona sienta que lo perdió absolutamente todo y se acerque al clínico con la esperanza de que el nombre de una supuesta afección, trastorno o síntoma venga a llenar la experiencia de vacío, secundaria a dicha perdida?, es decir, una entidad teórica venga a llenar su vacío. El fenómeno de la pérdida, el duelo y la respuesta humana ante este acontecimiento denominada depresión ha sido cuestión de variadas y profundas reflexiones, que no viene al caso tratar en este artículo.

Por otra parte, es también posible plantearse la pregunta de “¿Que tengo?” como la puesta inconsciente del paciente en el paradigma médico que supondría que aquello que el paciente no sabe es una certeza absoluta para otro (médico) que de manera, también mágica, estaría capacitado para saber de otro ser humano lo que este no sabe. De este punto de vista se desprenden varias cosas, que al que he denominado paciente, piensa que todos los seres humanos somos iguales y absolutamente cognoscibles, haciendo caso omiso de la escaza probabilidad que existe de que todos hallamos vivido las mismas vivencias y compartamos el mismo material que biológicamente nos dispondría a experimentar las experiencias de la misma manera, de esta forma, no existiría para esta persona, la posibilidad de dudar ni reflexionar en función de la diferencia de los seres humanos, ni de su propia diferencia, no viene al caso tratar en este pequeño escrito, la fenomenología, ni mucho menos, el trasfondo psicodinámico de las afecciones relacionadas con la identidad, con el “sí mismo”, con el “self”, o como se le quiera llamar. En esta última orientación también me es posible asociar la vivencia a la magnífica frase que Nietzsche plasma en su texto “El anticristo”, en el que aludiendo al hombre moderno escribe: “Estoy completamente desorientado, soy todo lo que está completamente desorientado”. Desde este punto de vista la cuestión por la pregunta del síntoma se plantea de forma muy diversa a la anterior y permite suponer como si existiese un camino, como si no todo estuviese perdido, como si existieran fuerzas para seguir el rumbo, y por lo tanto existiesen puertos a los cuales llegar, y lo que faltaría en este caso no es entonces absolutamente todo (como en algún caso depresivo o de duelo) sino más bien aprender que dirección seguir para llegar al objetivo deseado. Es interesante que los pacientes de los denominados “trastornos de personalidad” generalmente saben lo que quieren conseguir, pero no saben cómo conseguirlo y la manera de utilizar las herramientas que le deberían ayudar a conseguir sus objetivos, al contrario, les resultan paradójica alejándoles cada vez mas de los mismos.

A manera de conclusión y para no aburrir a mi lector, me gustaría jugar a responder esta pregunta y generar una tentativa lúdica de respuesta, pues ese “que tengo” me envolvía como terapeuta, toda vez que en el campo clínico estaba involucrado y pienso que desde dicho campo es legítimo transformar la pregunta y con este nuevo enfoque plantear “¿Que tenemos?”, para luego responder: Tenemos un espacio, un espacio para pensar algunas cosas que en otro espacio no sería posible y nos tenemos involucrados en ese pensamiento, es decir, en el campo clínico.



Jorge Salazar
Psicólogo Clínico y Terapeuta Familiar.








jueves, 15 de julio de 2010

Contribuciones para una definicion de Psicología

¿QUÉ ES UN PSICÓLOGO Y QUÉ HACE?:
CONTRIBUCIONES PARA UNA DEFINICIÓN DE PSICOLOGÍA


Es complejo definir una palabra, cualquiera que sea, pero “psicología” resulta ser una palabra mucho más compleja de definir, ya que siempre cualquier intento en esa línea implica una visión epistemológica que refiere a diversos objetos cognoscibles y diversas metodologías para abordar el dicho objeto. Cada uno de estos enfoques epistémicos esta subsumido en unos intereses relacionados con el ejercicio del poder y de lucro económico.

Mientras desde el interior de este cuadro es posible visualizar, en conclusión, que lejos de existir una psicología existen más bien ”varias psicologías” que tienden a sus propios intereses y colindan en la búsqueda de certezas científicas a través de la construcción de sus respectivos objetos. Desde el otro lado, para cualquier persona que se encuentre afuera de los quehaceres e intereses de los psicólogos, el panorama resulta igual de complejo, pues aun no existe un lugar claro o determinado para la psicología a nivel social, o más bien para “las psicologías”.

En lugar de eso, emerge a manera de comentario popular una construcción social de la psicología y del Psicólogo que caracteriza de diversa manera a quien practica el ejercicio de la supuesta disciplina. De ahí, que cuando una persona dice ir al Psicólogo será inscrito en el registro popular muchas veces como el enfermo desde el paradigma de la salud y enfermedad, y cuando el Psicólogo se acerca a realizar sus quehaceres a cualquier institución, la fantasía y el imaginario producidos por dicha institución en relación a sus ideas de que es un Psicólogo y cuál es su trabajo, verán comprometido el libre ejercicio de la misma disciplina. Por otra parte, no es poco común que el mismo Psicólogo en su carencia de definición se deje arrastrar por la fantasía popular y convierta así, algunas veces, un colegio en una clínica, una empresa en una clínica, una familia en un paciente, etc. forzando a la realidad tanto individual como organizacional en función de su carencia de definición y de flexibilidad a enmarcarse en su imaginario de que es la psicología y como se ejerce.

El objetivo de esta pequeña reflexión es invitarle a que ustedes comuniquen en este espacio sus contribuciones de que es para ustedes un psicólogo y cual debería ser su ejercicio.



Jorge Salazar
Psicólogo Clínico y Terapeuta Familiar.




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miércoles, 14 de julio de 2010

Psicoterapia



La psicoterapia es un procedimiento íntimo y apto para, a través de la relación con el psicoterapeuta, lograr una efectiva intervención por medios psicológicos. La interpretación del conflicto en el análisis recupera el poder de la palabra como herramienta curativa y de resolución. De esta forma, es posible recurrir, gracias a un cuerpo teórico y una praxis a la búsqueda de la salud tan deseada por el paciente, mediante una disciplina segura y eficiente.


Jorge Salazar
Psicólogo Clínico y Terapeuta Familiar.