lunes, 21 de noviembre de 2011

El prejuicio inevitable en el acceso a lo novedoso.



Pocas veces reflexionamos acerca de cómo nos acercamos a enfrentar nuestras experiencias cotidianas. Estas experiencias tienen que ver con el conocimiento de objetos, interacciones, personas, grupos sociales, ideas, valores, etc. La verdad es que cuando nos enfrentamos a experiencias cotidianas nunca lo hacemos descubiertos, jamás somos una tabla rasa. Traemos con nosotros nuestra historia, nuestras experiencias anteriores, nuestras expectativas. De tal forma que cuando tenemos contacto con lo novedoso lo primero que ponemos en aquello es lo antiguo, configuramos de esta forma un prejuicio basado en nuestras percepciones anteriores. Este prejuicio nos puede ayudar a plantear hipótesis, a experimentar sentimientos o simplemente a responder de una determinada manera frente a “lo novedoso”.

Hace tiempo, quienes estamos formados en las disciplinas psicológicas sabemos que los seres humanos no percibimos, sino que apercibimos. Es decir, todo aquello con lo que tenemos contacto está teñido de nosotros mismos, he implica la puesta de nuestra individualidad en lo percibido que ya no será puro, sino que será apercibido.

¿Pero, que visión deberíamos tener de los prejuicios?. Como es posible concluir de lo anteriormente planteado, los prejuicios son inevitables en el contacto con lo nuevo y distinto, pero no sólo son inevitables, sino positivos en tanto nos permiten echar mano de antiguas herramientas recibidas para la adquisición del nuevo conocimiento. Los prejuicios pueden ser fundamento de hipótesis de estudios, científicas o de cualquier índole. Hipótesis útiles para anteceder y ser base de nuestros comportamientos.

¿Cuándo se convierte en nocivo un prejuicio?. Un prejuicio se convierte en nocivo cuando no nos permite acceder a lo novedoso adquiriendo nuevas herramientas ni nuevos conocimientos. Es decir, un prejuicio es nocivo cuando nos impide conocer, en lugar de ser sustento de nuevo conocimiento.

Un prejuicio es nocivo cuando nos aferramos obsesivamente a él, negándonos nuevas experiencias para corroborar su solidez y las variaciones que la realidad le ofrece, cuando en lugar de abrirnos una puerta a lo novedoso nos la cierra. En otras palabras, en el prejuicio nocivo hay mucho en común a todos los comportamientos cercanos a lo patológico, esto es la rigidez. En este caso, como en muchas otras conductas humanas, lo rígido es patológico, en tanto la flexibilidad se asocia a la posibilidad de variar conductas y de adquirir nuevas herramientas para enfrentar la realidad.

Una de las mayores actividades que es posible realizar en el trabajo terapéutico, es justamente facilitar la flexibilidad necesaria para todo tipo de conducta. La flexibilidad implica romper, muchas veces, las rejas y muros de la enfermedad mental.

La invitación es a flexibilizar, abrir las puertas a nuevos conocimientos y conductas, a no impedirnos rígidamente el conocimiento de lo novedoso y el conocimiento del otro en función de prejuicios demasiados rígidos, prejuicios patológicos. Puedes permitirte conocer a nuevas personas, nuevas posturas, nuevas ideas, nuevas experiencias. Y puedes permitirte RE-conocer lo que crees que ya conoces. Todo día puede ser una agradable novedad y no una rígida amenaza.


Jorge Salazar.
Psicólogo Clínico y Terapeuta Familiar




2 comentarios:

  1. Jorge, me gusto tu comentario la explicaccion esta muy buena, ademas esta muy educativa sobre del tema.
    ademas todos los seres humanos debemos aprender a ser un poco mas tolerante pero sabe lo mas importante es el r espeto y ademas la forma que participa sobre del mundo. felicitacciones, espero seguir por tus comentarios.

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  2. Gracias Belen, por tu aporte, es cierto que deberíamos ser un poco más tolerantes algunas veces. Un Saludo.

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