sábado, 15 de octubre de 2011

Cómo enfrentar el problema de los trastornos del estado de ánimo



 Trastornos del estado de Ánimo.

En el grupo de los denominados “trastornos del estado de ánimo” se incluyen principalmente, al menos según criterios de Manual de Diagnósticos y Estadísticas en Salud Mental IV (DSM-IV) Los Trastornos Depresivos, Los trastornos Bipolares, y los denominados “Otros Trastornos del Estado de Ánimo”.

Así planteado, parece que habláramos de cuestiones muy bien definidas, con carácter ontológico y esencialista. Es decir, parece que habláramos de cosas reales en sí mismas. De entidades que adornadas con el leguaje médico cobran una vida real, propia, inmutable, e incuestionable. A partir de lo anterior, podemos ejecutar algunas maniobras de antropomorfismo, adosarles  atributos, características que serían la manifestación fenoménica apodíctica de dichas entidades. 

En palabras más sencillas. El lenguaje del médico, con la autoridad social que les es atribuida genera la fantasía que los denominados trastornos del estado de ánimo son entidades, realidades que poseen unas características determinadas y que estas características dan cuenta indefectible de identidades reales, atemporales e inmutables.

De más está decir que esto beneficia no solamente a quienes dicen ser los facultados para enfrentar estas realidades, es decir a algunos “profesionales médicos”, que dicho sea de paso, han gestado inmensas industrias y verdaderos poderes económicos en torno al asunto (es suficiente ver el negocio farmacéutico relacionado, o de la discriminación, violencia, etc...), como han encontrado la manera de no escuchar las verdaderas problemáticas de los “pacientes”, pues con el rótulo o etiqueta sería suficiente para descargar el conveniente arsenal farmacológico aparentando que se conoce la problemática involucrada.

Por otra parte, los “pacientes” al aferrarse a estas realidades, a estas enfermedades, a estas esencias o, de manera más superficial, al simple rótulo o etiqueta: Depresión, Trastorno bipolar u Otros trastornos del estado de ánimo, evitan adentrarse efectivamente en las experiencias y realidades que pueden estar involucradas en su malestar, unas que implican la mayoría de las veces un elevado monto de sufrimiento y maltrato, una verdadera caja de pandora que es mejor no abrir.

De esta forma, es común encontrar pacientes que creen que el objetivo de un trabajo terapéutico es etiquetarlos, ponerles alguno de estos rótulos. En ellos, es decir en estos rótulos: Depresión, trastorno Bipolar u otro trastorno del estado de ánimo, encuentran la finalidad de un tratamiento e incluso basan su fantasía de evaluar las capacidades del terapeuta, es decir, si el terapeuta no les tiene el “diagnostico” que a ellos les parece y les alivia en sí mismo, sería un mal terapeuta y si atribuye dicho diagnóstico, sería un buen terapeuta, independientemente de que trate o no la problemática involucrada. Es común encontrarse con pacientes que parecen buscar la paz tras la pregunta ¿Qué es lo que tengo?. Una vez que se hacen acreedores de alguno de estos diagnósticos, parece que encuentran un sentido a su sufrimiento, identificándolo e identificándose con el diagnóstico. Entonces pueden ser los enfermos depresivos, bipolares o con otros trastornos del estado de ánimo. En esto encuentran alguna paz y reconocimiento, unas cuestiones (paz y reconocimiento) que en la sociedad que hemos construido, están bastante escasas. Puede ser que a través de los rótulos buscan darse a conocer y a comprender, la comprensión y la capacidad de conocernos también pueden ser unas cuestiones que hoy por hoy, no se encuentran fácilmente.
En otras palabras, si bien estas son denominadas enfermedades, el rótulo puede implicar una “ganancia secundaria” tanto para los “médicos” como para los “pacientes”. A través de éstos, ambos consiguen ganar algo.

¿Cómo enfrentar esta ilusión compleja, esta fantasía profundamente enraizada en nuestra sociedad?. ¿Cómo enfrentar seriamente la problemática involucrada?.

Me parece que la mejor manera es contextualizar las cosas, ponerlas en su sitio. Y uno de los aspectos a contextualizar primeramente es, según mi criterio, el contexto histórico. Es decir, ¿Cuál es la historia de los denominados trastornos del estado de ánimo?. Al examinar dicha cuestión me parece que, en primer lugar se hará comprensible que estos trastornos son creados, que han cambiado en el tiempo y que han sido cuestionados, es decir, no son ni inmutables, ni esencias, ni los que estarían tras un conjunto de atributos que darían cuenta de su existencia. Una vez enfrentemos este primer proceso, nos plantearemos que lo que realmente pasa, es que a los humanos nos pasan cosas. Tenemos vivencias, que todas ellas son distintas y traen consecuencias. Es decir buscaremos al ser humano tras los rótulos, y tras la institucionalizada relación médico-paciente. Probablemente con este camino ya andado podamos referirnos, a lo menos de manera breve, a posibles tratamientos. O más bien, a cómo enfrentar nuestra realidad humana en algunos aspectos.

Me parece que ese puede ser el hilo conductor de un conjunto de fragmentos y escritos que, complementado con sus inquietudes y quizás alguna instancia más presencial, nos ayude a acercarnos a la problemática. De antemano agradezco todas sus ideas, críticas, comentarios y propuestas y les invito a unirse al grupo a través del cual pretendo ir interactuando, para seguir esta ruta.


Jorge Salazar.
Psicólogo Clínico y Terapeuta Familiar
 
 

martes, 11 de octubre de 2011

El Suicidio, una realidad que hay que enfrentar.


 El Suicidio, según cifras entregadas por la Enfermera Irma Rojas Rojas (2008) es la causa de alrededor de 1 000 000 de muertes en Chile, una causa que es posible anticipar y prevenir al menos en un importante número de casos. Es impactante el papel que cumple dentro de las primeras cinco causas de muerte de adolescentes y el aumento que ha presentado en Chile. Para el año 97 se estimaban 6,2 suicidios por 100 000 habitantes mientras que para el año 2004 el número se elevó en una cifra cercana al doble de 10,8 por 100 000 habitantes.

Algunas de las complejidades que implica dicen relación con las diferencias de género, como de las diversas motivaciones involucradas. En Chile el número de suicidios de personas de género masculino es notoriamente superior al suicidio en personas de género femenino, llegando a existir una proporción de 1 suicidio femenino por cada 6 suicidios masculinos (Duery, 1996). Lo anterior podría estar relacionado con las formas en que a nivel cultural se enfrenta la enfermedad mental. En el plano de la especulación, es posible concluir que en nuestra cultura al hombre no le es posible enfermar de alguna afección psiquiátrica que genere desesperanza, dependencia o baja autoestima, fenómenos que podrían estar ligados al desenlace en el acto suicida. Por otra parte, las mujeres si se permitirían atravesar dichos procesos con una mejor tolerancia y mayor autocuidado, acercándose a los profesionales idóneos para enfrentar dichas dolencias.

Se debe prestar mucha atención cuando una persona atraviesa un momento complejo, como puede ser desempleo, discusiones, agresiones, depresión. En estos momentos cobran particular importancia las denominadas ideas de muerte. Las ideas de muerte puede ser referencias que realiza una persona al deseo de no estar, de desaparecer, de no existir o francamente puede existir la advertencia manifiesta del deseo de quitarse la vida por parte del afectado.

No menos importante son los denominados intentos suicida como actos que no llegan a culminarse. Tras los intentos suicidas generalmente existe un fin manipulativo, que sin embargo, no atenúa la importancia de la intervención profesional y del cuidado de quien ha realizado este acto. Si una persona ha realizado algún intento suicida, aunque sea este manipulativo, los estudios demuestran que aumenta la probabilidad de que concrete el acto en el futuro, Ya sea porque el intento manipulativo se le va de las manos, o porque no existió el espacio necesario para la intervención de terceras personas.

Existe evidencia de que el suicidio es un proceso, de ahí que ya la ideación suicida es un indicador importante, tal como el intento suicida. Ambos factores asociados a una enfermedad que afecte la salud mental merecen seria atención e intervención profesional, en este caso, la negligencia puede implicar la muerte.
Jorge Salazar
Psicólogo Clínico y Terapeuta Familiar.
  

Referencias:

Duery. (1996) Avances del Conocimiento. Santiago: Antartica.
Rojas, I(2008)Ministerio de Salud de Chile.

lunes, 10 de octubre de 2011

¿Qué hacemos con nuestra Salud Mental?


Día Internacional de la Salud Mental




En el rápido ajetrear de las exigencias cotidianas, pocas veces nos detenemos a pensar en nuestra salud mental. Por otra parte, diversos intentos desde el mundo científico han buscado definir la escurridiza idea que implica. Hoy predomina la idea planteada por la Organización Mundial de la Salud que la define: “como un estado de bienestar en el cual el individuo esconsciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales dela vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de haceruna contribución a su comunidad.”. Esta definición en su aspecto positivo considera el concepto de salud definido por esta misma organización como “un estado de completo bienestar físico,mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades".

Sin embargo, esas amplias y abstractas definiciones, están bastante alejadas de la realidad de la población chilena. En mi experiencia personal es suficiente conversar con personas visiblemente aquejadas, que enfrentan el sufrimiento de manera cotidiana, para pesquisar que esta es una experiencia a la que deben hacer frente en franca soledad y desamparo.

Hoy no resulta extraño verificar, que la atención a la salud mental no ha dejado de ser un privilegio de unos pocos que tienen los medios económicos para costearla. Los otros, es decir la mayoría de los chilenos, al recurrir al estado encontrarán una atención que raya lo absurdo e ineficiente. ¿Cómo se puede entender que una persona que sufre un trastorno grave reciba una atención de  media hora cada seis meses o una vez al mes?. No es necesario ser conocedor del tema para advertir que esa es una frecuencia deficiente para el tratamiento adecuado de una afección grave. De forma que el aporte que el estado otorga a la salud mental de los más pobres, es también un pobre aporte. Esta realidad es paradojal cuando se considera los índices de salud mental en esta población que aparece con una elevada vulnerabilidad en comparación con la población más acomodada.

Asistir a la atención particular en busca de salud mental puede ser una alternativa encaminada a la búsqueda de atención eficiente y en una frecuencia adecuada. Sin embargo, esta alternativa está vedada para un elevado número de chilenos. Si evaluamos que el tratamiento psicológico puede fácilmente, dependiendo de los honorarios del profesional, alcanzar medio sueldo mínimo mensual, y considerando que otros profesionales, como los psiquiatras, pueden fácilmente cobrar esa suma en una sola atención se aclara lo inaccesible que resulta para algunos la asistencia profesional y farmacológica necesaria.

En este contexto y en el marco del día mundial de la salud mental, la invitación es a pensar en nuestra salud y fortalecer el papel que el estado tiene en su entrega para los más pobres. La invitación es a “que invirtamos en salud mental” pues una nación con menos sufrimiento en este ámbito es una nación encaminada al desarrollo.

Jorge Salazar
Psicólogo Clínico y Terapeuta Familiar.


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