Trastornos del estado de Ánimo.
En el grupo de los denominados “trastornos del estado de
ánimo” se incluyen principalmente, al menos según criterios de Manual de
Diagnósticos y Estadísticas en Salud Mental IV (DSM-IV) Los Trastornos
Depresivos, Los trastornos Bipolares, y los denominados “Otros Trastornos del
Estado de Ánimo”.
Así planteado, parece que habláramos de cuestiones muy bien
definidas, con carácter ontológico y esencialista. Es decir, parece que habláramos
de cosas reales en sí mismas. De entidades que adornadas con el leguaje médico cobran
una vida real, propia, inmutable, e incuestionable. A partir de lo anterior, podemos ejecutar
algunas maniobras de antropomorfismo, adosarles atributos, características que serían la
manifestación fenoménica apodíctica de dichas entidades.
En palabras más
sencillas. El lenguaje del médico, con la autoridad social que les es atribuida
genera la fantasía que los denominados trastornos del estado de ánimo son entidades,
realidades que poseen unas características determinadas y que estas
características dan cuenta indefectible de identidades reales, atemporales
e inmutables.
De más está decir que esto beneficia no solamente a quienes dicen
ser los facultados para enfrentar estas realidades, es decir a algunos “profesionales
médicos”, que dicho sea de paso, han gestado inmensas industrias y verdaderos
poderes económicos en torno al asunto (es suficiente ver el negocio farmacéutico relacionado,
o de la discriminación, violencia, etc...), como han encontrado la manera de no
escuchar las verdaderas problemáticas de los “pacientes”, pues con el rótulo o
etiqueta sería suficiente para descargar el conveniente arsenal farmacológico
aparentando que se conoce la problemática involucrada.
Por otra parte, los “pacientes”
al aferrarse a estas realidades, a estas enfermedades, a estas esencias o, de
manera más superficial, al simple rótulo o etiqueta: Depresión, Trastorno
bipolar u Otros trastornos del estado de ánimo, evitan adentrarse efectivamente
en las experiencias y realidades que pueden estar involucradas en su malestar,
unas que implican la mayoría de las veces un elevado monto de sufrimiento y
maltrato, una verdadera caja de pandora que es mejor no abrir.
De esta forma,
es común encontrar pacientes que creen que el objetivo de un trabajo terapéutico
es etiquetarlos, ponerles alguno de estos rótulos. En ellos, es decir en estos rótulos:
Depresión, trastorno Bipolar u otro trastorno del estado de ánimo, encuentran
la finalidad de un tratamiento e incluso basan su fantasía de evaluar las
capacidades del terapeuta, es decir, si el terapeuta no les tiene el “diagnostico”
que a ellos les parece y les alivia en sí mismo, sería un mal terapeuta y si atribuye dicho diagnóstico, sería un buen terapeuta, independientemente de que trate
o no la problemática involucrada. Es común encontrarse con pacientes que
parecen buscar la paz tras la pregunta ¿Qué es lo que tengo?. Una vez que se
hacen acreedores de alguno de estos diagnósticos, parece que encuentran un
sentido a su sufrimiento, identificándolo e identificándose con el diagnóstico.
Entonces pueden ser los enfermos depresivos, bipolares o con otros trastornos
del estado de ánimo. En esto encuentran alguna paz y reconocimiento, unas
cuestiones (paz y reconocimiento) que en la sociedad que hemos construido, están
bastante escasas. Puede ser que a través de los rótulos buscan darse a conocer y a
comprender, la comprensión y la capacidad de conocernos también pueden ser unas
cuestiones que hoy por hoy, no se encuentran fácilmente.
En otras palabras, si bien estas son denominadas enfermedades,
el rótulo puede implicar una “ganancia secundaria” tanto para los “médicos”
como para los “pacientes”. A través de éstos, ambos consiguen ganar algo.
¿Cómo enfrentar esta ilusión compleja, esta fantasía profundamente
enraizada en nuestra sociedad?. ¿Cómo enfrentar seriamente la problemática
involucrada?.
Me parece que la mejor manera es contextualizar las cosas,
ponerlas en su sitio. Y uno de los aspectos a contextualizar primeramente es,
según mi criterio, el contexto histórico. Es decir, ¿Cuál es la historia de los
denominados trastornos del estado de ánimo?. Al examinar dicha cuestión me
parece que, en primer lugar se hará comprensible que estos trastornos son
creados, que han cambiado en el tiempo y que han sido cuestionados, es decir,
no son ni inmutables, ni esencias, ni los que estarían tras un conjunto de
atributos que darían cuenta de su existencia. Una vez enfrentemos este primer proceso,
nos plantearemos que lo que realmente pasa, es que a los humanos nos pasan
cosas. Tenemos vivencias, que todas ellas son distintas y traen consecuencias.
Es decir buscaremos al ser humano tras los rótulos, y tras la
institucionalizada relación médico-paciente. Probablemente con este camino ya
andado podamos referirnos, a lo menos de manera breve, a posibles tratamientos.
O más bien, a cómo enfrentar nuestra realidad humana en algunos aspectos.
Me parece que ese puede ser el hilo conductor de un conjunto
de fragmentos y escritos que, complementado con sus inquietudes y quizás alguna
instancia más presencial, nos ayude a acercarnos a la problemática. De antemano
agradezco todas sus ideas, críticas, comentarios y propuestas y les invito a
unirse al grupo a través del cual pretendo ir interactuando, para seguir esta
ruta.
Jorge Salazar.
Psicólogo Clínico y Terapeuta Familiar